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Hace mucho que no escribo aquí… Han pasado muchos días…

Había estado en los rincones de mi habitación, pensando en cómo la vida de una persona puede cambiar de un momento a otro. No me refiero a que pase, de ser felicidad a completo sufrimiento. Pero… uno puede estar viviendo su vida, tranquilo, sin que nadie ni nada altere la monotonía, hasta que de un de repente, TODO SE DERRUMBA. Se destruye. Se vuelve un torbellino de sentimientos encontrados. Todo choca y te deja consternado.

¿Cómo pudo ser? Te preguntas una y otra vez. ¿Cómo es que tu vida se convierte en un mar de nudos incómodos en tu garganta cada que recuerdas ese suceso que rompe con la monotonía? ¿Cómo lo llevas? ¿Cómo vas a ser capaz de seguir con la monotonía o con tu costumbre de cada día?...

Las sorpresas vienen y van, pero… mucha gente confunde la palabra sorpresa con un porvenir lleno de felicidad o algo bueno. Las sorpresas no siempre son buenas.

¿Por qué? ¿Por qué las cosas tienen qué ser así? ¿Por qué esas sorpresas lastiman de éste modo?

Afuera hace frío… ¿o es el mismo frío de mi cuerpo nervioso y consternado? No quiero escuchar otra cosa que no sea lo que esté dentro de mi habitación. Quiero olvidar. Fingir que nada pasó… pensar que mañana todo será como antes… Pero es inútil, porque todo está en mi memoria, grabado como en una placa de cobre tallada con punzón.

Siento cómo las lágrimas se juntan en mis ojos. No puedo detenerlas. Por más que lo intento… salen como rebeldes en motocicleta, y es que solo quiero desahogarme.

Hace días pasó algo que nunca creí que sucedería. Al menos no a alguien de mi familia. Llevo días tratando de sobrellevarlo, pero me parece cada vez más cruel la forma en que pasaron las cosas. No puedo aceptarlo. ¡No quiero hacerlo!

Esa tarde tan soleada, que rompe con todos los prototipos de películas dramáticas, rompió con los esquemas. Ese día que parecía tan normal y se volvió tan sombrío aún habiendo un sol sobre mi cabeza. Ese día… ese día fue uno de los peores de mi vida.

No pude despedirme. No pude decir adiós. Mis últimas palabras fueron: “¡Odio que te metas en mi vida!”.

Ni siquiera los que salimos de la adolescencia tenemos ese tacto para pensar que… en cualquier momento te puedes arrepentir de lo que has dicho en tan solo unos segundos, porque el futuro es incierto…

Me odio a mí misma por no haberlo previsto, pero odio más a la persona que fue la causante de que mi día cambiara.

Padrino… Te voy a extrañar. No te odiaba… Estaba enojada… Así somos los malditos niños, tan… tan estúpidamente impulsivos… Y así… así justamente… debió ser la persona que acabó con tu vida…

Tawsuna

¿No hay sospechosos?

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